La prohibición de coches sin etiqueta en Madrid 2026 marcará un punto de inflexión en la movilidad de la ciudad. Desde el 1 de enero, miles de vehículos sin distintivo ambiental dejarán de circular por todo el término municipal. La medida forma parte del despliegue obligatorio de las Zonas de Bajas Emisiones y responde al objetivo europeo de reducir la contaminación urbana.
Qué vehículos quedan afectados por la prohibición
La normativa veta los turismos y furgonetas clasificados como sin distintivo ambiental por la DGT. En general, hablamos de gasolina matriculados antes del año 2000 y diésel anteriores a 2006. Son los modelos considerados más contaminantes.
El Ayuntamiento estima que entre 300.000 y 400.000 vehículos en la región superan esa fecha límite. Algunos estudios elevan el impacto hasta el 14% del tráfico que entra a diario al municipio. Estos vehículos podrán circular por municipios vecinos o por vías como la M-40 o la M-50, pero no cruzar los límites administrativos de la capital.
Fin de la moratoria y desaparición de todas las excepciones para residentes
El calendario de la ZBE madrileña ha sido progresivo. Primero afectó al centro, después al interior de la M-30 y, desde 2025, al resto del municipio. Hasta el 31 de diciembre de 2025, los residentes aún pueden circular con coches sin etiqueta por la mayor parte de Madrid. Esa ventana se cierra definitivamente el 1 de enero de 2026.
Vecinos de barrios como Tetuán, Villaverde o Aluche denuncian que la moratoria no ha sido suficiente para renovar sus vehículos. Muchos siguen utilizando coches con más de 15 años porque no pueden asumir un gasto elevado.
Multas, cámaras y control permanente
Circular con un coche sin etiqueta dentro del municipio supondrá una multa de 200 euros, con descuento por pronto pago. No implica pérdida de puntos. El control se realizará mediante cámaras que verifican matrículas, igual que en otras áreas restringidas de Madrid.
Una excepción particular permite acceder a un aparcamiento privado con control de accesos, siempre sin circular por la vía pública. En la práctica, esta medida ofrece pocas soluciones reales para quienes dependen del coche para trabajar.
Consecuencias sociales: historias que reflejan la dificultad del cambio
El caso de Iñigo, bombero en Madrid, ilustra el impacto social de la prohibición. Conduce una furgoneta diésel de 2005 y la usa para acudir al aeropuerto. Desde 2026, esa opción desaparece. Renovar su vehículo supone más de 20.000 euros, una cifra inasumible para muchos hogares de renta media.
Situaciones similares se repiten en barrios populares, donde abundan coches antiguos que siguen pasando la ITV. Vecinos y comerciantes consideran injusto que la norma afecte más a quienes menos recursos tienen.
El riesgo de desigualdad y la falta de alternativas suficientes
Expertos en movilidad alertan de que la transición ecológica debe ser justa. La investigadora Eva Alonso Epelde recuerda que la “pobreza del transporte” condiciona la igualdad de oportunidades. Un estudio indica que hasta 1,8 millones de personas sufren vulnerabilidad severa vinculada a la movilidad.
Aplicar restricciones sin ayudas estructurales puede profundizar en desigualdades existentes. Por eso, se reclaman medidas compensatorias específicas para trabajadores con turnos, personas mayores o familias que dependen del coche para cuidados.
Qué alternativas proponen los especialistas
Los expertos señalan varias soluciones:
Leasing social de vehículos eléctricos por cuotas asequibles.
Abonos gratuitos o bonificados de transporte para quienes entreguen su coche sin etiqueta.
Refuerzo del transporte público en la periferia.
Más carriles bici e infraestructuras seguras.
Barcelona es un ejemplo con la T-Verde, un abono gratuito durante tres años a cambio de desguazar el vehículo sin distintivo. Más de 16.000 personas lo usan aún hoy.
Una medida necesaria, pero con grandes retos sociales
La prohibición de coches sin etiqueta en Madrid 2026 busca mejorar la calidad del aire y adaptar la ciudad a la normativa europea. Sin embargo, el impacto económico para miles de familias es enorme. El reto ahora es equilibrar salud, movilidad y justicia social, y ofrecer alternativas reales que hagan viable la transición

