La seguridad en los asientos del coche en 1958 refleja una época donde la libertad al volante convivía con una fragilidad que hoy sorprende. Aquellos viajes familiares, tan habituales entonces, evidencian un momento en el que la cultura de la protección aún estaba lejos de imponerse.
Unos coches modernos, pero con medidas de seguridad mínimas
A finales de los años cincuenta, el automóvil simbolizaba progreso, estatus y movilidad. Sin embargo, esa imagen brillante ocultaba carencias importantes. La mayoría de conductores no consideraba prioritario viajar protegido, y los fabricantes tampoco veían rentable insistir en la seguridad pasiva.
Algunos avances ya existían, aunque de forma residual. Ford probó suerte en 1956 con la campaña Lifeguard, donde ofrecía cinturones como un extra, junto a salpicaderos acolchados o cierres reforzados. La publicidad dejaba claro que aquello no era obligatorio, sino un accesorio para quien quisiera ir un paso más allá.
Primeras excepciones dentro de la industria
En medio de ese panorama, surgieron propuestas adelantadas a su tiempo. El Saab 93B destaca como uno de los primeros modelos en montar cinturones de dos puntos de serie, una decisión poco habitual en una industria que temía asociar seguridad con peligro, por miedo a que las ventas cayeran.
1959 cambió la historia con el cinturón de tres puntos
Aunque 1958 suponía un periodo de transición, el salto definitivo llegó un año después. El ingeniero sueco Nils Bohlin, trabajando para Volvo, diseñó el actual cinturón de tres puntos. Este sistema sencillo y eficaz transformó por completo la protección en carretera.
Volvo tomó una decisión que marcó un antes y un después: liberó la patente para que cualquier fabricante pudiera incorporarlo sin coste. Gracias a ese gesto, la mejora se extendió rápido por todo el mundo y terminó convirtiéndose en el avance de seguridad pasiva más influyente de la historia del automóvil.
La regulación, sin embargo, avanzó con moderación. En Estados Unidos, la obligación de instalar cinturones en los turismos nuevos no llegó hasta 1968. Con esa norma arrancó una nueva etapa donde el cinturón ya no era un extra, sino una necesidad legal y cultural.
Los bebés: la parte más desprotegida del viaje
La falta de dispositivos infantiles convierte la seguridad en los asientos del coche en 1958 en un ejemplo claro de vulnerabilidad. Lo habitual era que los bebés viajaran en brazos, práctica que hoy se considera extremadamente peligrosa.
Existían algunos asientos para niños, pero su función no estaba enfocada en la protección frente a impactos. Muchos simplemente elevaban al pequeño para que pudiese ver por la ventana o facilitaban la vigilancia por parte del adulto. La prioridad no era la seguridad, sino la comodidad.
Los primeros pasos hacia sistemas infantiles reales
No fue hasta finales de los sesenta cuando empezaron a aparecer soluciones diseñadas pensando en el choque. Uno de los pioneros fue el Ford Tot-Guard, un modelo citado con frecuencia en la documentación histórica por intentar ofrecer una protección infantil real. Aun así, su uso fue muy limitado y no alcanzó popularidad hasta décadas después, cuando la seguridad infantil se convirtió en un estándar.
Un pasado reciente que recuerda la importancia de la seguridad
Mirar cómo era la seguridad en los asientos del coche en 1958 ayuda a entender el camino recorrido. En solo unas décadas, pasamos de viajar sin cinturón y con bebés en brazos a contar con sistemas avanzados que salvan miles de vidas cada año. Esta evolución demuestra que la cultura de la protección no surge de la nada, sino que avanza gracias a la innovación, la regulación y la conciencia social.

